Lo amé desde el principio.
A la mitad.
Pero quizá no al final.
Su amor por mí estaba lleno de posibilidades, esperanzas y sueños a los que una chica como yo no estaba acostumbrada.
Era una pesadilla que se agrietaba y sangraba a través de mis manos, y me quedé allí mirando cómo se filtraba en el suelo.
Hasta él.
Me recompuso.
Sin saber siquiera que lo estaba haciendo.
Y ni siquiera era mi marido.
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