Un día te tropiezas con una vieja que te cuela un gato (uno de verdad, claro está) y al siguiente descubres que el minino habla. ¿Qué harías si eso te ocurriera?
1: ¿Gritar como una loca?
2: ¿Rezar porque te hayas emborrachado y que no lo recuerdes?
3: ¿Seguir conversando con el minino en cuestión para comprobar si hay una explicación racional? (Suponiendo que no te haya dado un infarto antes, claro está).
Voy a ser sincera. No recuerdo cómo reaccioné cuando ocurrió. ¿Puedes culparme?
Ahora lo único que sé es que tengo a un felino gruñón con cara de mala leche en mi casa que afirma conocerme de otra vida y el vecino de al lado que sale en toalla a regar las plantas y
Un momento, me he perdido.
¿De qué estaba hablando?
Ah, sí, del nuevo vecino soltero que está para mojar pan y que, por nada del mundo, nada en absoluto, debe enterarse de que tengo un gato que habla y que trata de convencerme de que es mi ex (o que estoy como una puta cabra).
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