¡Y dale! ¡Que no! ¡Que no me llamo Molly ni nada! Mi jefa, que es así de simpática, no veas la guasa en la oficina. Pero sí, sí veo fantasmas, aunque eso no lo sepa nadie de mi entorno porque ya tuve suficiente con que mi madre me arrastrara al psiquiatra cuando era pequeña hasta que al fin confesé: «No, no he visto a mi abuelo muerto dándole por saco a mi abuela y escondiéndole las cosas para cachondearse de ella, me lo he inventado todo, señor doctor», y fin de mi tortura, ya se me podía haber ocurrido antes, la verdad.
Hola, me llamo Jimena y veo fantasmas.
Hola, Jimena, te queremos, Jimena…
Gracias, gracias…
En fin, ¿quién me iba a decir a mí que este don (puta-dón) mío me iba a llevar al trabajo de mi vida donde conocería al moreno que me trae loca? Parecía bueno cuando lo vi por primera vez y un poco seco, pero era todo amor, solo había que… Te lo suelto así, sin anestesia ni nada: solo había que seguir los consejos de su hermana muerta, que se me apareció por arte de magia en la oficina para hacerme la vida imposible, más aún, me refiero.
En fin…, mi día a día es un caos, una de mis mejores amigas es un fantasma y la otra, bueno, a la otra le falta un tornillo, pero ¿a quién no? Y encima entra este hombre en la ecuación que me saca de quicio a la par que me encanta. Siéntate, siéntate, que te vas a reír un rato cuando te lo cuente.
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