Nos conocimos en un ascensor atrapado.
Emmett iba de camino al trabajo, sofisticado y guapo con su traje de sastre y corbata.
Yo iba camino al banco de esperma. Incómodo, ¿verdad?
A los treinta y cinco años, mi vida no había tomado el camino que yo pensaba que tomaría y estaba cansada de esperar... quería un bebé. Y yo estaba dispuesta a tomar el asunto en mis propias manos para que eso ocurriera.
Después de nuestro desafortunado encuentro en el ascensor, Emmett insistió en llevarme a cenar -también insistió en otra cosa- que me deshiciera de mi plan que incluía una jeringa para el pavo y lo dejara hacer el trabajo. Él sería el padre de mi bebé. Era un director ejecutivo rico y poderoso con poco interés en pañales o citas de juego. Y como él no quería tener hijos, yo estaría sola una vez que su panecillo estuviera en mi horno, libre para seguir mi propio camino.
Pero una vez que su bebé estuvo dentro de mí, fue como si un interruptor se hubiera accionado, y yo obtuve mucho más de lo que esperaba.
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